Es sabido que la figura paterna es muy importante en la vida del niño y que su ausencia puede traer algunos problemas de conducta como la falta de interés, el mal comportamiento y hasta la baja autoestima. Algunas de dichas consecuencias pueden sobrevivir a la infancia y manifestarse durante la adolescencia y la adultez, complicando así el desarrollo saludable de la sexualidad de hombres y mujeres. Hoy en era tabú, el Dr. Fernando Maestre abordará el tema de cómo afecta la ausencia del padre en la sexualidad.
Cuando la ausencia de la figura paterna se da durante la infancia, los niños pueden presentar conductas regresivas como insomnio, crisis de rabietas, angustia de separación, pérdida del control de esfínteres, regresión en los hábitos de limpieza, estancamiento en las adquisiciones cognitivas, temores fóbicos y sentimientos de culpabilidad. Así también, los niños podrían ser proclives a mostrar ira intensa contra uno o ambos padres y desarrollar cuadros depresivos, lo que conlleva una disminución del rendimiento académico y deterioro en las relaciones con sus compañeros.
Ya en la adolescencia, los hijos sentirán a corto plazo inseguridad, soledad y depresión, que puede mostrarse en forma de fracaso escolar, conducta delictiva, consumo de drogas y vagancia. Los adolescentes y adultos jóvenes mantienen vivos los recuerdos a los 10 años del divorcio de sus padres, lo que les hace expresar angustia respecto a sus relaciones amorosas y a un posible fracaso matrimonial. Dichas repercusiones sobre los adolescentes también dependen de los factores de estrés psicosocial que pueden acompañar al divorcio.
Los especialistas sugieren que la ausencia del padre está asociada a efectos muy negativos a largo plazo en el desarrollo psicosexual de los hijos como, por ejemplo, actitudes inapropiadas hacia los roles sexuales. Por ejemplo, la tendencia hacia la promiscuidad y dificultades en las relaciones de pareja son algunas de las consecuencias negativas que provoca el padre ausente.
En el caso de las hijas algunos de los efectos, a largo plazo, encontrados en niñas privadas tempranamente de la convivencia familiar con su padre incluían embarazos y matrimonios adolescentes, maternidad en soltería, altas probabilidades de relaciones heterosexuales que acabaran en divorcio y altas probabilidades de múltiples casamientos (McLanahan y Bumpass, 1998).
Otros autores, relacionan la ausencia del padre varón con dificultades, para las niñas, en la consolidación de una identificación femenina positiva y la asocian con problemas psicológicos, problemas académicos y agresión contra sus padres (Lohr, Mendell y Riemer 1989).
Conclusiones similares son las presentadas por el estudio de Kalter (1987) donde la ausencia del padre, consiguiente al divorcio, se asocia, para las niñas, con baja autoestima, precocidad sexual, comportamientos delictivos y dificultades, en la vida adulta, para el establecimiento de relaciones heterosexuales gratificantes. Esta autora explica la dinámica destructiva de la ausencia del padre varón en la vida de las niñas, quienes se sienten culpables de que el padre las haya dejado por no ser lo suficientemente “buenas” como para conservarlo a su lado.
En resumen, la ausencia del padre parece ir asociada, especialmente en el caso de las hijas, con una desestabilización emocional, que se manifiesta de manera dramática en edades posteriores a la infancia, es decir, en la adolescencia y la vida adulta
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